Dice el Banco de Desarrollo de América Latina, CAF, que América Latina tiene el 20% de la capacidad hidroeléctrica del mundo. Lamentablemente y a pesar de que muchos latinoamericanos carecen del servicio, su utilización no va más allá del 30%.
La energía obtenida a través del aprovechamiento del caudal de los ríos, abundante en Latinoamérica y en Colombia, es la más barata. De eso no cabe duda. Pero se necesita con urgencia superar o mejorar sustancialmente en tres aspectos críticos para lograr su desarrollo:
La adecuada y eficiente utilización del recurso potencial hidroenergético
En el caso del río Cauca, en su cuenca media, y debido a una clara desarticulación de las autoridades ambientales y energéticas del país, se ha preferido conceder licencias ambientales a dos proyectos pequeños (Agua Fresca y Mulatos II, que en conjunto no suman más de 16 MW de capacidad instalada) y que actualmente se superponen y desoptimizan el desarrollo del Potencial Hidroeléctrico de la cuenca, el cual fue claramente identificado desde los años ochenta. Estos pequeños proyectos no tienen forma de mejorar de manera sustancial el ecosistema, vía, por ejemplo, construcción y conservación de un mayor número de hectáreas de áreas de bosque seco tropical; o de beneficiar favorablemente y en grado importante a la comunidad aledaña a través de los programas del Plan de manejo y las escasas transferencias que aportan para el beneficio ambiental de la cuenca, como si lo consigue, en cambio, un proyecto de 960 MW que cuenta con esas como sus más notorias características: Cañafisto.
Inclusión de los grandes proyectos hidroeléctricos entre los considerados como de generación eléctrica renovable y apertura del debate en torno a su verdadero impacto social y sus beneficios netos ambientales
Los grandes proyectos hidroeléctricos tienen la capacidad de transformar el medio ambiente, mitigar los impactos ambientales desfavorables, y de ir más allá, al materializarse en beneficios demostrables y sostenibles para los recursos naturales y para la población.
Remover las barreras que impiden superar, o al menos mitigar, los riesgos asociados a los proyectos renovables y, en particular, a los grandes proyectos hidroeléctricos
Faltan mecanismos de financiamiento e instrumentos que amortigüen el riesgo, además de una política coherente por parte del Estado para el desarrollo de este tipo de proyectos. Los inversionistas no invertirán en grandes proyectos hidroeléctricos antes de estimar que el riesgo asumido les resulte aceptable para el monto de la inversión realizada.
Asociación de Trabajadores de la Energía.
ATRAE
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