Increíble. Como para Ripley. Algunos analistas económicos se atreven a formular como armas para frenar la desaceleración económica y lograr la reactivación de un país sin competitividad e innovación, nuestras supuestas fortalezas en cuanto a generación de empleo y, el consumo doméstico. Todo en medio de la devaluación acelerada, causada por la caída de los precios internacionales de las materias primas de los cuales dependen en grado sumo nuestras exportaciones (más de un 50%), de la inflación al alza, y de la débil industria colombiana postrada como resultado de la “enfermedad holandesa” padecida durante los últimos años.
El empleo en Colombia no es más que un espejismo. No es productivo, por una parte, y, por la otra, porque las verdaderas cifras se esconden detrás de la metodología incorporada por el DANE que permite calificar como empleado a quien haya laborado una hora a la semana, incluso, en el caso de los hogares aún no remunerada. Súmesele a lo anterior, que el subempleo y la informalidad superan el 60%.
El consumo de los hogares está disparado gracias a los préstamos otorgados sin mayores reparos por la banca. Otro espejismo que pronto demostrará sus efectos perversos sobre la población endeudada y sobre la calidad de la cartera de las instituciones financieras, entregadas a la orgía de los préstamos para carro y electrodomésticos y a la disputa palmo a palmo de las escasas posibilidades de pago de los consumidores colombianos.
El empleo sin productividad, el subempleo y la informalidad. Préstamos de consumo que aumentan de manera artificial la verdadera capacidad de compra de los consumidores, y que pronto los ahogarán en la penuria más tétrica. Tales son las armas hechizas de la economía colombiana.
Imagen: Ilustración John Joven. El tiempo.
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