El nuevo coronavirus (SARS-CoV-2) o también COVID- 19, es un enemigo letal por su enorme facilidad de contagio y porque tras su “invisibilidad” y el desconocimiento general sobre su verdadera malignidad, muchos son los que han subestimado su daño sobre la salud y la vida humanas.
La nueva cepa del coronavirus se expande utilizando en muchísimos casos a portadores humanos asintomáticos. Portadores, que cuando por fin sienten los síntomas característicos de la enfermedad (fiebre, malestar, dolor muscular tos seca), ya han podido contagiar en promedio entre dos o tres personas más. Así se entiende el terrible nivel exponencial con el cual se propaga el COVID-19 (i).
Los jóvenes contagiados no resultan, en la inmensa mayoría de los casos, gravemente afectados, pero en cambio, sin proponérselo, por descuido o por desconocimiento, pueden convertirse en los vehículos de transmisión del virus hacia los adultos mayores, los cuales presentan una probabilidad considerablemente más alta de terminar mucho peor.
Las medidas de prevención del contagio han sido ampliamente difundidas, desde lavarse las manos con jabón, con sumo cuidado y de manera permanente, secándolas con toallas de un solo uso; desinfectar periódicamente los teclados de los computadores, los celulares y todos los demás aparatos o superficies de contacto o uso permanente; usar tapabocas en el caso de aquellas personas que tienen un par de síntomas, los infectados o de los mayores de edad; evitar las aglomeraciones; hasta, inevitablemente, aislarse socialmente (ii).
El objetivo fundamental es contener el avance de la pandemia, aplanar la curva de infectados, de modo tal que los enfermos en estado grave no signifiquen altas cifras en un corto plazo, permitiendo que el sistema de salud (el personal médico y sanitario en general, y la infraestructura, es decir, hospitales, clínicas, camas UCI, etc.), pueda atenderlos eficaz y eficientemente, en otras palabras, que no colapse el sistema. Además, apenas es lógico esperar que estamos solo en los comienzos de la propagación nacional del virus y que vayamos a tener que enfrentar su avance por lo menos hasta el mes de mayo, o podríamos considerar, sin exagerar ni un ápice, hasta junio (iii).
El Estado tiene que tomar de manera oportuna todas las medidas a su alcance para conseguir que la salud prevalezca por encima de cualquier otra consideración y que el COVID-19 no se expanda a un ritmo tal que provoque una catástrofe poblacional. Esa es su obligación sin duda. Para conseguirlo, resulta fundamental y necesario apoyarse en expertos en virología, en epidemiología, en neumología, en aquellos científicos a quienes se les reconoce justo por su dedicación a estos asuntos tan neurálgicos y complejos. Ellos deben guiar a la sociedad y al Gobierno por el camino correcto para hacer frente a la pandemia.
En Colombia, el Gobierno ha hecho la tarea, aunque por momentos hayamos sentido que no ha transmitido bien la información ni explicado adecuadamente las medidas tomadas. Cerrar fronteras, prohibir el ingreso de extranjeros, extremar las medidas en los aeropuertos, (estás últimas asumidas con lentitud para lo que se requiere), declarar las cuarentenas de obligatorio cumplimiento con el fin de asegurar el distanciamiento o aislamiento social, son sin duda, las decisiones que había que tomar con urgencia. Otras más, como la prolongación de las cuarentenas, probablemente, estarán por llegar.
Hay mucho, sin embargo, por hacer. De parte de los ciudadanos, cumplir estrictamente con todas las medidas tomadas, las de prevención individual y las que dictó el Gobierno a nivel social. Hay que aumentar los recursos para conseguir más reactivos y realizar más pruebas aleatorias que permiten establecer en sus términos reales el grado de incidencia de la enfermedad. Hay que mejorar la infraestructura, especialmente de camas adecuadas para la atención de los infectados graves, como también las condiciones en que labora el personal sanitario, verdaderos héroes, que luchan por hacerle frente a la pandemia desde la primera línea de batalla, con enorme sacrificio de su tiempo familiar, de su descanso, y por supuesto, expuestos en mucha mayor medida al contagio.
Hay que disponer de los recursos, escasos siempre, es verdad, pero existentes en, por ejemplo, las reservas internacionales del Banco de la República (iv), las cuales deben usarse al menos en parte para atender a las familias de escasos recursos, a los trabajadores informales que dependen de su trabajo diario para sobrevivir. Los pequeños empresarios también necesitan el apoyo de todos para no desaparecer y evitar de paso el aumento del desempleo. Los auxilios deben llegar rápido, asegurándonos que los corruptos no los desvíen en su beneficio. Los recursos del Estado son de todos y deben usarse en épocas tan críticas como estas. Que los más desvalidos no sientan que su única alternativa frente a la muerte por el coronavirus es morir por inanición. Todos podemos y debemos asegurarnos que así sea.
El desafío de enfrentar el COVID-19 con el menor número de pérdidas humanas posible es de todos. Los unos, los ciudadanos, aplicando a rajatabla las medidas de prevención, imponiéndonos la autodisciplina, evitando el pánico y aportando recursos, solidariamente, en la medida de nuestras posibilidades económicas. Los Empresarios sacrificando utilidades, manteniendo el empleo y las remuneraciones salariales, aplicando las herramientas a su alcance, en especial las tecnológicas, para permitir el trabajo desde la casa, facilitando así el distanciamiento social y colaborando de esa manera en la contención de la pandemia. Los organismos de carácter social, entre ellos los sindicatos, promoviendo el acatamiento frente a las decisiones y medidas que a la par que amparan a la sociedad entera frente al nuevo coronavirus (SARS-CoV-2), apuntalen la conservación del empleo, y, por lo tanto, la continuidad de las empresas, sin olvidarse de la importancia que reviste para la sociedad, apoyar a los trabajadores informales y a sus familias. El Gobierno, el Presidente Duque, liderando al país entero, dictando medidas oportunas que nos permitan capear este temporal, sin sufrir una debacle social o aminorando sus mortíferos efectos. Tarea nada fácil. Y todos, acatando las instrucciones y aportando en las soluciones. Responsabilidad individual, solidaridad colectiva, esas son las verdaderas armas contra cualquier virus, contra cualquier enfermedad por maligna que ella sea. Solo así Colombia saldrá avante frente a esta dura y penosa enfermedad o contra cualquier otro mal que nos aceche.
RODRIGO ALONSO PANIAGUA GRISALES
PRESIDENTE ASOCIACIÓN DE TRABAJADORES DE LA ENERGÍA -ATRAE
(i) “El neumólogo explica que el ‘R0’ es un concepto en epidemiología que indica el número promedio de casos nuevos que va a generar un paciente positivo. Si el valor es de 1 a 3, el contagio es matemáticamente exponencial”. Toda nuestra UCI es un covid positivo’: médico en Barcelona. https://www.eltiempo.com/mundo/europa/historia-de-tres-medicos-colombianos-que-atienden-pacientes-con-coronavirus-en-espana-475660
(ii) ¿Por qué tanta gente sale a la calle a desafiar al coronavirus? https://www.elespectador.com/noticias/el-mundo/por-que-tanta-gente-sale-la-calle-desafiar-al-coronavirus-articulo-910586
(iii) “Según lo explicó el ministro Ruiz durante su participación en el programa, “lo que se ha estimado de esta epidemia es que puede durar entre 14 y 16 semanas” ¿Cuánto tiempo vamos a durar en modo “coronavirus”? https://www.elespectador.com/coronavirus/cuanto-tiempo-vamos-durar-en-modo-coronavirus-articulo-909056
(iv) El Banco de la República estima en poco más de $53 mil millones de dólares el monto de las reservas internacionales a febrero de 2020. https://www.banrep.gov.co/es/estadisticas/reservas-internacionales-del-banco-republica.
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